Como en las películas del oeste, el polvo y el silencio me pusieron en suspenso. Caminamos. Estaba ansiosa por descubrir ese lugar del que tanto hablaban. Llegamos a un establecimiento enorme que llamaron güinche, se abrió el portón y adentro había una gran rueda, unas calderas y unas llaves de mecánica del tamaño de una persona. Por fin alguien dijo: “Esto son los Planos Inclinados”. Seguir
Deberes Humanos
Hace 8 años.
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