viernes, julio 24

Holguín: El adiós de los graduados

Una crónica sobre las graduaciones en Holguín...

Hace poco supe que mis padres no tuvieron acto de graduación. Por una razón u otra no se vistieron de aro, balde y paleta para recibir el título universitario de manos de sus padres o de alguno de sus profesores. Al momento, me pareció inconcebible, quizás porque para mí es muy importante guardar en la memoria “los últimos momentos de algo”; por ejemplo, en las graduaciones sabes que verás a tu grupo de cinco años unido por última vez, que toda esta generación de jóvenes se dispersará y en un futuro verás a uno con uniforme de ETECSA y carpetica de empresario, a otra detrás de un mostrador, a otro al abrir la puerta de una oficina, pero juntos, en una misma plaza, como en los matutinos, esta será la última vez. Seguir

miércoles, julio 8

Calor en Holguín...

El calor en Holguín es abrumador. Hay que pensarlo muy bien para salir de casa, también para quedarse. Creo que la frase más repetida por estos días es justamente ¡¡qué calor mi madre!! Es lógico, estamos a inicios de julio, lo que pasa es que por mucho tiempo que uno haya vivido en una ciudad calurosa, no se acostumbra nunca a este sopor, a este caldo.
Cuando hay frío la gente siempre dice que prefiere el calor, y cuando estamos en verano no paran de decir lo contrario. Conmigo no sucede así, aún en las épocas de frío más violento, que en Holguín no son muy extensas, mantengo mi posición contrario al calor, al sol insoportable, que te hace sudar como en una sauna, que no lo calma ni un baño de agua helada, ni un ventilador, apenas un aire acondicionado.
El calor es el culpable de mi inmovilidad por estos días. Esa densidad que te hace moverte en cámara lenta, como si las gotas de sudor aumentaran unos kilos a tu cuerpo, como si te envolviera una masa de alguna sustancia transparente, que no ves, pero sí sientes. Es una tortura solo imaginar el momento en que deba ponerme el pantalón y salga a la calle, sudo solo de pensar en cómo se me mojarán las piernas, las axilas… No pienso torturarlos más, espero que ahora mismo usted esté en una oficina con un aire acondicionado muy potente, o listo para partir a una piscina, o en pleno invierno, ¡Qué envidia!

domingo, mayo 31

En Holguín los niños comprarán caramelos

Ishtar habla a la cámara. “Ojalá mi país no tuviera petróleo”- dice, y estremece a los espectadores la conciencia prematura y forzada de esta pequeña de apenas siete años, sobre las condiciones políticas de su país. La geografía irakí y la ambición de los hombres han determinado un destino siniestro para ella.

En otra latitud, Centroamérica, Manolito amanece más temprano. Debe salir a buscar el sustento de su familia. No estudia en una escuela, pero sí conoce bien el precio de los alimentos que debe comprar cada día. Aprendió a sumar a la fuerza, porque debía contabilizar los centavos que recibe por trabajo forzoso o por limosna.

La muerte de Jhonny y otros compañeros de su aula es noticia en un poblado cualquiera de Estados Unidos. Nadie sabe de qué manera una balacera enorme cayó sobre su cuerpo diminuto, apenas en crecimiento.

Kamila, una niña de cuatro años llora porque su madre ha tenido que salir, pronto se calma, porque abuela y otros de la familia la miman. En estos días no para de hablar de unos payasos que vio el sábado. Está creciendo fuerte. Por las tardes sale a jugar con un vecinito que vive al lado, se sientan en el portal con libros y lápices de colores, y pintan. Kamila vive en Cuba, lejos de la capital, en una ciudad llamada Holguín. Foto 1: Kamila en su casa.


Ella tendrá casi los mismos recuerdos que tuve yo en mi niñez. Era poca la conciencia que tenía del mundo, no me hacía preguntas complicadas, era delicioso vivir llevada y traída en brazos. Me encantaban los juegos en la calle, con los chicos del barrio, después de la comida “las palmetas”, “los yaquis”, “la suiza”. Me entretenía mucho y siempre tenía que darme un baño antes de dormir.

Recuerdo que mami me llevaba a funciones de teatro, y me compraba libros, me encantaban los libros, nunca fui destructora de juguetes y menos de mis libros. Me leí muchas veces “Pipa Medias Largas”, o la “Edad de Oro” de José Martí, de ahí me encantaban dos cuentos más que otros: “Bebé y el Señor Don Pomposo” y “Meñique”. Foto 2: Niños cubanos en una escuela.

Fue muy buena mi niñez. No me gustaban mucho los domingos, eran los días de las visitas. Yo siempre terminaba halando a mis padres de la ropa para irnos pronto, y ellos regañándome porque querían conversar con sus amigos.

Ah!! Los muñes, me encantaban los animados, aún me río con los chistes de Elpidio Valdés, en el pre-universitario nos dormíamos imitando a los personajes de Elpidio, a Resoples, a María Silvia. Foto 3: Kamila hojea un libro.

Mis únicas preocupaciones eran las tareas de la escuela y meter un buen punta pié a la pelota en los juegos de la tarde con los compañeros del aula.

La vida de adultos es más complicada, pero espero que mis hijos tengan los mismos recuerdos que yo, o al menos, parecidos. Supe de la realidad de Ishtar, Manuel y Jhonny, mucho tiempo después, hoy, cuando nada me es indiferente. Foto 4: Kamila va al Círculo Infantil con su abuela.

Celebro el día de la Infancia en Cuba, este primero de junio. Los niños compran caramelos y van al parque.